La princesa era tan buena, pero tan buena, que todos en el reino la llamaban “la princesa modosita”. Acostumbrada a simplificar los delirios de sus padres, calmar a la malhumorada abuela Florentina y contemplar aburrida siempre el mismo jardín, nunca imaginó que la llegada de un príncipe pusiera todo su mundo patas para arriba. Enamorada a primera vista, como todo cuento clásico lo requiere, la princesa se escapa de su castillo y cruza durante días el desierto para llegar al reino del príncipe, que la espera. En el camino, descarta su corsé, sus zapatos, retira capa a capa las telas de su vestido. Y aunque la travesía es dura y por momentos cree no poder lograrlo, poco a poco descubre la belleza escondida del desierto, y también su propia fuerza. ¿Pero qué sucede cuando un viaje nos cambia tanto, que ya no nos sentimos las mismas? Tras superar tantos desafíos, la princesa se descubrió fuerte, libre y valiente. Ya no quiere ser una princesa inmovilizada por vestidos inmensos, zapatos incómodos, corset que no la dejan respirar. Al llegar a destino, y mientras escucha al príncipe hablar, descubre que todo allí la incomoda: la ciudad, sus ropas, la charla insustancial de quien fue su amado. ¿Quién es ella, ahora? ¿Qué desea? Después de semejante travesía para llegar a donde ya se encuentra, ¿podrá arrepentirse y cambiar otra vez el curso de su vida? Una novela épica y feminista que atraviesa y une a varias generaciones: la de mujeres que crecieron bajo el mandato del amor romántico, las que lucharon por una vida feliz más allá del “vivieron juntos y felices para siempre”, y la de las niñas a las que hoy criamos empoderadas, para que se atrevan a seguir su deseos y conquistar el desierto.