Un libro en el que reflexionamos en torno a la lengua, cómo la usamos, cómo la hacemos particular y propia. Un libro que surge como una reacción ante la supuesta unificación propuesta por la RAE y el Congreso Internacional de la Lengua Española

Noventa y dos páginas encuadernadas y cosidas a mano protegidas con tapas duras y hojas llenas de dibujos que ahora también son ilustraciones, pop-ups y desplegables, que buscan dar alguna respuesta al enigma que plantea el título del libro. Acerca de ¿Cuántas palabras caben en un dibujo?, nos dice su autor, Cristian Turdera: La palabra “libro” representa algo distinto para cada persona, y esto depende de cada mirada. A las palabras no se las puede atrapar tan fácilmente. Existe un consenso que dice que un libro es una obra impresa en una serie de hojas de papel, unidas por algún tipo de encuadernación y protegidas con tapas. Pero esta definición no alcanza para describirlo. Entonces, ¿qué es un libro? Una de las respuestas más precisas sería: “depende de cada mirada”. Por un lado, está la mirada del autor, por otro lado, la de quien lo recorra. Un libro es todo lo que dice la definición, pero las formas de hacerlos y de recorrerlos son por suerte, ilimitadas. El ida y vuelta entre lo que habita en las palabras más allá de las convenciones y su relación con la imagen siempre fue una de mis obsesiones y el motor de mi trabajo como ilustrador. Empecé a darle forma a este proyecto en 2019 mucho antes de saber que sería un libro. Buscaba producir material para una muestra que tenía programada. Casi nunca dibujo lo que encuentro, lo que intento hacer es dibujar PARA encontrar. El resultado es casi siempre obtener respuestas a preguntas que ni siquiera sé que me estoy haciendo. Pero ¿cómo se enuncia una pregunta que todavía no se conoce?: Dibujando. Para la muestra hice un desplegable de papel y cartón de unos tres metros de largo y un mural que encerraba entre dos signos de pregunta una cantidad de imágenes hechas con crayones y pasteles. En ese momento Rosario Salinas, junto al equipo de Salta el Pez, me propone hacer un libro. Es decir –y acá volvemos al principio y a la convención–: Me pide que realice una obra impresa en una serie de hojas de papel, unidas por algún tipo de encuadernación y protegidas con tapas. Se me ocurrió que esos dibujos que hice para la muestra y proponían una experiencia con la obra original y con su materialidad podían ser editados y re significados. Entonces puse en palabras la pregunta que mientras dibujaba descubrí que me estaba haciendo “¿Cuántas palabras caben en un dibujo?” El libro empieza en la primera doble página con el signo de interrogación que abría el mural para el que fueron pensadas originalmente las imágenes, y termina con uno que cierra en la última doble. En algunos ejemplares especiales, la tapa va a ser un dibujo original. Existen muchas formas de hacer un libro, esta es solo de ellas.

Relatos breves envasados en un frasco. Cada frasco tiene una etiqueta diferente. Edición artesanal. Del diario La Nación, por Natalia Blanc: "A simple vista parecen golosinas. Son tiras de colores plegadas y vienen en un frasco de mermelada. Al destapar el envase irrumpe la sorpresa: son veintitrés microcuentos escritos por un gran autor argentino, Eduardo Abel Giménez . Inquietantes, fantásticos, algunos muy breves, los relatos están dirigidos a todos los lectores". Dos microcuentos del interior del frasco: "Pasó la lengua con suavidad por los labios de ella. Como ella sonreía, el placer duró un centímetro más a cada lado". "Se levanta el telón. El escenario está a oscuras, mientras la platea sigue iluminada. Todos esperan. No pasa nada. A los pocos minutos arrancan las protestas. A la media hora la gente se empieza a ir. Hay gritos, insultos, silbidos. Piden que les devuelvan la plata de la entrada, pero no hay nadie del teatro. Desaparecieron los acomodadores, los boleteros, el personal de seguridad. Llaman a la policía y viene un par de patrulleros para sumar algo de ruido. Intervienen un juez, que termina clausurando la sala, y varios periodistas, que hacen preguntas y toman fotos. Más tarde quedan algunos curiosos, pero ya no hay nada que hacer en el lugar. Cuando los últimos se van, los verdaderos espectadores aplauden sin entusiasmo".

¡Riiing! Son las 7 de la mañana. Lobo remolonea un poco, ¡hasta que recuerda que quedó en encontrarse con Valentín a las 10! Sigue a Lobo en sus aventuras y aprende a marcar y leer la hora girando las agujas del reloj incluido en el libro.