FÁBULAS DE ESOPO
Desde hace dos milenios y medio las fábulas siguen tan vivas como la primera vez. Por su simple recurso de convertir a los animales en mordaces espejos de los humanos. Por su indeclinable pretensión de actuar en quien las lee o escucha. Porque enseñan cómo conseguir la máxima eficacia expresiva con la menor cantidad de palabras y de recursos técnicos. Porque logran poner una historia al servicio de una idea y lograr que la idea no destruya la historia. Porque son, siguen siendo, indiscutibles obras maestras de una ancestral costumbre humana: la narración.